Voy a comenzar estas líneas
disculpándome, si fuera necesario, por lo que alguien pueda
considerar una intromisión de un total
desconocedor en el mundo de la neurociencia, tan de moda últimamente en el
ámbito policial; en los tan referidos enfrentamientos armados.
Estamos viendo como cada
vez son más los autores que publican estudios, de mayor o menor rigurosidad,
que nos dicen como se comporta un policía ante estas situaciones extremas. Como
cuando nuestra vida está en peligro directo y grave el control de nuestras
reacciones y comportamiento pasan a ser mandados y dirigidos por la tan
referida amígdala. Como surge nuestro yo más primitivo, nuestro yo reptiliano,
provocando reacciones de huida, lucha o bloqueo.
Apoyándose en una serie de
intervenciones, vídeos etc… extraen una
serie de conclusiones que justificarían esa intervención, esa reacción….y la
verdad es que son muy interesantes, sobre todo como concluyen otros (gran
compañero) para que Judicatura sea conocedora de que no somos supermanes y
que eso que la legislación nos pide no es tan fácil de trasladar del papel y la
comodidad del sillón donde se elaboró, a la cruda realidad de una intervención
imprevista, imprevisible e inesperada.
Casi siempre se concluye
lapidando con la necesidad del entrenamiento policial, no solo el tiro básico
de puntería o esa formación que hemos recibido como inicio en nuestras
andaduras cuya finalidad era hacernos conocedores a todos nosotros, ignorantes
de las armas, de su manejo con seguridad, sino cualquier otro más elaborado,
específico o determinado.
Entonces ahora……¿qué podemos hacer?....¿salir a la calle a esperar que mi reptiliano sea quien decida; quien reaccione?
He leído como el hombre reacciona
evitando, huyendo para finalmente aflorar el policía e intentar
reaccionar… entonces… ¿por qué un boxeador entrenado, profesional, a pesar de
estar en una situación en la que pone en peligro directo su integridad corporal
no reacciona de esta manera?. Este hombre no huye, no parece que aflore su yo
primitivo ni parece haber olvidado su técnica de guardia y golpeo, sigue en su
enfrentamiento hasta el punto de caer inconsciente al suelo… ¿Por qué en los
miembros de las unidades o grupos de operaciones especiales, cuando afrontan
intervenciones de alto riesgo en las que la situación acaba en estos referidos
enfrentamientos armados, tampoco se observa esta reacción?. ¿Es que acaso son
extraterrestres, son robots?. Ya sabemos que la respuesta es NO.
Seguro que alguien me podrá decir
que estoy cometiendo un error al hacer esta comparativa, y es posible, pero mi
conclusión se llama “mentalidad del combatiente” “actitud preventiva-reactiva”
y es muy posible que algún estudioso de la materia me de la razón.
¿Qué es la mentalidad del combatiente?; ¿la actitud preventiva-reactiva?. Pues es la actitud que ha de tener y dominar todo policía, una actitud tan fácil de explicar como difícil de mantener… Un policía tiene que ser un analista en prevención de riesgos laborales instantáneo, analizar de forma natural y previa todas sus actuaciones, hasta la más simple, para poder determinar rápidamente dónde puede estar el peligro, por donde y de qué manera puede venir la agresión, para, al igual que el boxeador, tener prevista la guardia, el golpe… mi reacción.
Es decir, que lo que
tantas veces hemos oído es la cruda realidad: la rutina mata, la rutina me hace confiado, la rutina me hace
holgazán… pero ¿por qué no tener esa mentalidad preventiva-reactiva
interiorizada al 100%?. De esta forma ocurrirá que la (mi) rutina sería eso, la
seguridad. La causa del porqué estas mentalidades no afloran de forma
generalizada ya sabemos todos a que es debido, desgraciadamente. Por lo que esta
situación, es la que nos arrastra a no tener una táctica interiorizada, una
reacción en la que confiar y así es como paso a estar a merced de mi amígdala, para que sea ella la
que reaccione, porque ella si lo va hacer en mejor o peor medida.
Por todo ello y desde mi
punto de vista, esta actitud debería basarse en un pilar básico de diez puntos
establecidos hace ya algún tiempo en lo que fue el Seminario de Supervivencia Policial de
Cincinnati, Ohio 1997:
10 ERRORES FATALES QUE MATAN POLICÍAS
1. La actitud.
Si no
nos concentramos en nuestro trabajo mientras estamos de patrulla o nos llevamos
los problemas de casa, empezaremos a cometer errores y esto puede costarnos
caro.
2. El síndrome de Superman.
Nadie
duda que somos policías, pero ante cualquier situación en donde el tiempo lo
permita, esperemos apoyo. Hay pocas ocasiones en las que deberíamos intentar
llevar a cabo una intervención solos y sin ayuda.
3. No descansar suficiente.
Para hacer nuestro trabajo debemos estar
alerta. Estar adormilados no sólo es ir en contra del buen hacer, sino que nos
deja a merced de cualquiera que quiera sorprendernos y facilita que cometamos
errores.
4. Adoptar una mala posición.
Nunca permitamos a nadie con quien vayamos a
intervenir que se sitúe en mejor posición que la nuestra o la de nuestro
vehículo. Nada es rutina.
5. Signos de peligro.
Como policías debemos ser capaces de reconocer
los “signos de peligro”: posturas adoptadas, movimientos ocupantes de un coche
sospechoso, abultamientos en la ropa, etc., que deberían alertarnos para incrementar
la seguridad y aproximarnos con precaución.
6. No fijarse en las manos.
¿Dónde están las manos?. ¿Esconde un arma?. ¿Está preparándose para golpearnos?. ¿De
dónde nos va a venir una amenaza directa y mortal si no es de las manos?
7. Relajarse demasiado pronto.
Las constantes falsas alarmas hacen que
bajemos la guardia. No debemos tomar ninguna llamada como otra falsa alarma pues está nuestra vida en juego. Igualmente no debemos relajarnos en
intervenciones en las que estemos hablando normalmente con las personas a las
que estamos identificando. La intervención se acaba sólo cuando cada uno
sigue su camino o cuando la detención se ha materializado totalmente.
8. No engrilletar correctamente o no engrilletar.
Una
vez hayamos detenido a alguien debemos engrilletarlo adecuadamente y por
detrás. No estamos en la cabeza de los detenidos, ni sabemos cuanto se
juegan.
9. Cachear superficialmente o no cachear.
Hay muchos lugares en los que pueden ocultarse
armas, que si no descubres pueden suponer más tarde un peligro para ti o para
cualquier otro compañero.
10. Armas sucias o inoperativas.
¿Está tu arma limpia?. ¿Funcionaría si la
necesitaras?. ¿Y qué tal la munición?. ¿Podrías ahora mismo defenderte con
ella de un ataque contra tu vida o la de otros?
¡Vale!
Supongamos que ya como policía he asimilado estos preceptos como pilares
básicos del día a día; ¿y ahora qué?. Si resulta que en muchos ámbitos, foros,
coloquios, charlas, cursos, jornadas etc... me dicen, por activa y por pasiva,
que la formación / instrucción / reciclajes de tiro.. no valen para nada...
¿realmente es cierto?; y si lo es, ¿qué podemos hacer?.
Puedo
asegurar que el entrenamiento, aunque insuficiente e inadecuado o poco
orientado, sirve ya que todo el mundo, capaces y menos capaces, pasan
por el contribuyendo a esto, en mayor o menor medida, a nuestra mejora en el
adiestramiento de las armas. Como ya es bien sabido por muchos profesionales
“más importante es la seguridad y la táctica en el empleo de las armas
que la propia puntería”.
Muchos
diréis ¡muy bien!; esto que se comenta puede resultar llamativo e interesante,
pero... ¡no me dices nada en concreto!
La
razón es debido a que seguro que alguien aprovecha estas líneas para sacar un
mega-ultra-super curso orientado a estas situaciones de enfrentamientos armados,
con alguna técnica de tiro innovadora y super eficaz… a coste “ínfimo”, seguro.
Mientras
se produce este resultado o no, ya os adelanto que el coste de estos
entrenamientos en el que se consiga alcanzar un grado adecuado de manejo hasta el punto de que mi subconsciente confíe
en él como algo instintivo, es bajísimo. SOLO
QUEDA TRABAJAR EN ELLO: D.T.T.
muy buen articulo, pero conocerte es sinonimo de poder hacer algo al respecto y la neurociencia ayuda hacerlo
ResponderEliminarEnhorabuena por el artículo, me gustaría saber quien lo ha escrito y saber si da algún curso o ponencia.
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