27 ene 2014

EFECTOS DEL SERVICIO SOBRE UN CARTUCHO

EFECTOS DEL SERVICIO SOBRE UN CARTUCHO


Es ya archiconocido el debate sobre el porte de la pistola con cartucho en recámara si o no, con opiniones y razonamientos para todos los gustos, por eso es imperativo aclarar que las siguientes líneas no versan sobre dicho tema ni constituyen un argumento a favor o en contra de estas opciones individuales, responsabilidad de cada usuario.

Muchos compañeros portan cartucho en recámara, cosa lógica y aconsejable en mi modesta opinión, y no pocos de ellos montan el arma al iniciar el servicio y sacan el cartucho al terminar, así un día tras otro, servicio tras servicio, de modo rutinario.


Esto es un hecho que se puede argumentar necesario para tener la seguridad de portar cartucho en recámara durante el servicio y también la de dejar el arma “segura” cuando el usuario no tiene necesidad de la misma.



Esta actividad tiene “consecuencias” sobre el cartucho, pero antes debemos repasar…

Un cartucho está compuesto básicamente por cuatro componentes:

- La vaina o casquillo
- El proyectil o bala
- La cápsula iniciadora con fulminante
- La pólvora


Como sabemos, la pólvora se encuentra dentro de la vaina, en cuya base tiene la cápsula iniciadora y se halla engarzada mecánicamente (es decir, por compresión) al proyectil en su extremo anterior o boca, pudiendo existir además un lacado en dicha zona con el objetivo de dar estanqueidad. Dicho engarce evita que el proyectil se mueva de su posición, bien hacia el interior bien hacia el exterior pero, ¿qué importancia puede tener esto?.


Analicemos qué ocurre al montar un arma e introducir un cartucho en recámara; para ello sigamos el proceso habitual:

Introduciremos un cartucho en el cargador, tiraremos de atrás de la corredera y la liberaremos, con lo cual la parte inferior del bloque de cierre empujará al primer cartucho hacia la rampa de alimentación, la uña extractora se fijará en la ranura y el movimiento terminará con el borde anterior de la vaina apoyado en la parte delantera de la recámara, el plano de cierre de la corredera sobre el culote, quedando el proyectil en la zona previa a la toma de estrías y por lo tanto relativamente libre.

En el proceso para sacar el cartucho de la recámara, tras extraer el cargador tiraremos de la corredera para, con cuidado, recuperar el cartucho gracias a la acción de la uña extractora y el botador, aunque no falta quien lo hace de un brusco tirón y atrapa el cartucho en el aire o, lo que es aún peor, lo recoge en el suelo.

Durante las operaciones descritas y teniendo en cuenta la gran diferencia en dureza y resistencia entre el acero de los elementos de la pistola intervinientes y el latón que compone la vaina, el cartucho sufrirá:

1.  En su culote, lesiones causadas por el plano de cierre de la corredera, por el botador y por la uña extractora.

2.  A lo largo de la vaina, lesiones provocadas por los labios del cargador.

Estas lesiones no son preocupantes, pero imaginemos este ciclo repetido cientos de veces, especialmente en la zona donde se fija la uña extractora.


¿Podría llegar a romperse el culote en dicho punto cuando llegue la hora de la verdad, provocándonos una fatal interrupción en mitad de un tiroteo?
¿Podría llegar a detonar el cartucho sin que se haya producido la percusión de la aguja sobre el pistón, por simple efecto del plano de cierre?
¿Podrían ser las lesiones de las paredes de la vaina tan graves que lo debilitaran hasta el punto de romperse durante el disparo?

Pues NO. Los cartuchos que se fabrican hoy día tienen una gran resistencia, y son capaces de resistir un maltrato considerable, aunque no estaría de más echar un vistazo al cartucho para observar las lesiones producidas, lesiones que obviamente son acumulativas.


Otra consecuencia tercera consecuencia, la más grave, la tenemos en el acortamiento o elongación del cartucho, y aquí si que podemos encontrar mucha diferencia en función del fabricante (y de la calidad) de la munición.


Como vimos antes, durante el ciclo de alimentación el cartucho:
  1. Sufre un choque contra la rampa de alimentación; siendo concretos el proyectil choca contra ella mientras la vaina es empujada por el bloque de cierre, produciéndose una fuerza de compresión sobre el cartucho.
  2. Sufre una deceleración brusca al acerrojarse la pistola, en la que el proyectil intentará seguir adelante mientras que es frenado por la vaina, lo que viene a ser, en menor escala, lo mismo que ocurre en un martillo de inercia.


O sea, durante una sola secuencia, el cartucho sufre un ciclo de, llamémosle así, compresión-elongación que, inicialmente y considerando que el engarce vaina-proyectil en un cartucho de 9 mm parabellum debería ser capaz de soportar (siempre dependiendo de especificaciones y fabricantes) 60 kg de tracción, nos encontramos ante un evento insignificante, pero, ¿qué ocurre cuando este ciclo se repite una y otra vez, como pasa a los compañeros de los que hablábamos al principio?.

Este tira y afloja que sufre el cartucho y más concretamente el engarce vaina-proyectil como punto de unión, provocará con el tiempo un acortamiento o una elongación de la longitud del cartucho y esto sí debe preocuparnos ya que el acortamiento puede producir sobrepresiones a la hora del disparo y el alargamiento puede producir presiones por debajo de las necesarias para el correcto mecanizado del ciclo de disparo, provocando una interrupción indeseada (la corredera puede no retroceder lo suficiente como para alimentar el siguiente cartucho) que, de ocurrir en un mal momento, nos cueste la vida.


Los casos pueden llegar desde, por un lado, un acortamiento extremo, con el proyectil “compactando” la pólvora, hasta el otro extremo en el que se llegaría a un desengarce total con separación vaina-proyectil, con efectos variados:

a) Puede que, al extraer “el cartucho”, en realidad sólo la vaina, no nos percatemos de que el proyectil sigue en el cañón (cosa complicada si hacemos una extracción suave y no tan difícil acostumbramos a dar tirones bruscos y recoger el cartucho allá donde caiga), con lo que la siguiente vez que alimentemos nos podemos encontrar con una peligrosa configuración en tándem de dos proyectiles, que puede dar lugar a una sobrepresión que, aunque una pistola moderna debe poder soportar (hay una prueba similar que se suele realizar en las evaluaciones de armamento), otras más antiguas no, provocando el figurado y estallido del cañón.




b) Puede ocurrir que la separación y avance del proyectil permita que la pólvora salga del cartucho y, llegando en extremo a ocupar una parte del espacio existente entre la pared exterior del cartucho y la de la recámara, hará que tengamos que hacer un esfuerzo considerable para extraer dicho cartucho.

Como recomendación, aparte de la evidente necesidad de inspeccionar ocularmente nuestros cartuchos, ir rotando el cartucho que se introducirá en recámara y del uso de munición de calidad, sería imperativo que los servicios de armamento fueran cambiando, con la debida periodicidad, la munición de servicio.





A.S., Oficial del Cuerpo Nacional de Policía
Perito en balística operativa


3 comentarios:

  1. Conocia tales circunstancias por explicaciones recibidas de forma verbal en algun curso de tiro reactivo. Pero el gran trabajo realizado por vosotros de mano de A.S es digno de quitarse el sombrero. Esta perfectamente explicado con todo tipo de detalle y estoy seguro que gracias al mismo seran miles los que puedan aprender algo que seguramente desconocian.
    La necesidad de hacer rotacion en la municion, y lo mejor bajo mi punto de vista, practicar y siempre utilizar la municion que hay dentro de los cargadores para ir removando la misma.

    Gracias por el trabajo a PtPol y a A.S

    FIRMADO
    A.y

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  2. Muy buena explicación de un problema que lamentablemente es más común de lo que nos creemos. Yo lo he sufrido un fallo de alimentación debido a la elongación de uno de los cartuchos y todavía me imagino la cara de tonto que se me quedó al intentar solucionar la interrupción y ver cómo caían sueltos varios cartuchos al suelo cuando extraje el cargador. Desde entonces introduzco manualmente mi cartucho de recámara y en lugar de dejar volver a la carredera, la acompaño para evitar el "martillazo". Guardar ese cartucho junto con uno virgen también ayuda para detectar el deterioro... pero lo mejor desde luego, sería tirar con la suficiente asiduidad como para renovar muchas veces los cartuchos al cabo del año.

    Lo dicho... buen trabajo!

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  3. Interesantísimo artículo compañeros; mi más sincera enhorabuena y gratitud para con el autor.

    La lectura (repetida) del mismo me ha aportado una serie de conocimientos, tanto técnicos como genéricos/rutinarios, que a día de hoy desconocía.
    En una pormenorizada lectura de apenas 15 minutos y sentado en mi sofá he aprendido más que en una semana de academia de preparación para policía. Ahí queda eso. Algunas Jefaturas deberían sonrojarse.

    La forma tan simple y clara de expresar un tema tan técnico y el acompañamiento de material gráfico concreto que evidencia simultáneamente lo que uno lee no puede ser, a mi juicio, mejor. Os habéis superado, de veras.

    Ahora viene la segunda parte: expuesto el problema potencial toca impedir que llegue a acto. Cada profesional de la seguridad que emplee un arma de fuego debe mantener su dotación en perfectas condiciones y cada profesional encargado de la entrega y supervisión de ese material de dotación (llámese armamento y/o similar) debe asegurarse de que la dotación de sus policías está siempre en perfectas condiciones, sustituyendo en su caso, de modo inmediato y sin dilación ni excusa (normalmente absurda) alguna la misma.

    Esto es serio. Hablamos de poder defenderse o de no poder; de provocar el fatídico "click" o el ansiado "pum"... de VIVIR O MORIR.
    Asusta pensar que un artefacto (cartucho) de apenas unos céntimos de euro pueda dirimir una u otra cosa... y leído el artículo, a la vista y documentado está que puede.

    GRACIAS por compartir este tipo de conocimiento. DE VERDAD.

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