EFECTOS
DEL SERVICIO SOBRE UN CARTUCHO
Es ya
archiconocido el debate sobre el porte de la pistola con cartucho en
recámara si o no, con opiniones y razonamientos para todos los
gustos, por eso es imperativo aclarar que las
siguientes líneas no versan sobre dicho tema ni constituyen un
argumento a favor o en contra de estas opciones individuales,
responsabilidad de cada usuario.
Muchos
compañeros portan cartucho en recámara, cosa lógica y aconsejable
en mi modesta opinión, y no pocos de ellos montan el arma al iniciar
el servicio y sacan el cartucho al terminar, así un día tras otro,
servicio tras servicio, de modo rutinario.
Esto es un
hecho que se puede argumentar necesario para tener la seguridad de
portar cartucho en recámara durante el servicio y también la de
dejar el arma “segura” cuando el usuario no tiene necesidad de la
misma.
Esta actividad tiene “consecuencias” sobre el cartucho, pero antes debemos repasar…
Un cartucho está compuesto básicamente por cuatro
componentes:
- El proyectil o bala
- La cápsula iniciadora con fulminante
- La pólvora
Como sabemos, la pólvora se
encuentra dentro de la vaina, en cuya base tiene la cápsula
iniciadora y se halla engarzada mecánicamente (es decir, por
compresión) al proyectil en su extremo anterior o boca, pudiendo
existir además un lacado en dicha zona con el objetivo de dar
estanqueidad. Dicho engarce evita que el proyectil se mueva de su
posición, bien hacia el interior bien hacia el exterior pero, ¿qué
importancia puede tener esto?.
Analicemos qué ocurre al montar un arma e introducir un cartucho en recámara; para ello sigamos el proceso habitual:
Introduciremos un cartucho en el
cargador, tiraremos de
atrás de la corredera y la liberaremos, con lo cual la parte
inferior del bloque de cierre empujará al primer cartucho hacia la
rampa de alimentación, la uña extractora se fijará en la ranura y
el movimiento terminará con el borde anterior de la vaina apoyado en
la parte delantera de la recámara, el plano de cierre de la
corredera sobre el culote, quedando el proyectil en la zona previa a
la toma de estrías y por lo tanto relativamente libre.
En el proceso para sacar el
cartucho de la recámara, tras extraer el cargador tiraremos de la
corredera para, con cuidado, recuperar el cartucho gracias a
la acción de la uña extractora y el botador, aunque no falta quien
lo hace de un brusco tirón y atrapa el cartucho en el aire o, lo que
es aún peor, lo recoge en el suelo.
Durante las operaciones
descritas y teniendo en cuenta la gran diferencia en dureza y
resistencia entre el acero de los elementos de la pistola
intervinientes y el latón que compone la vaina, el cartucho sufrirá:
1. En su culote, lesiones causadas por el plano de cierre de la corredera, por el botador y por la uña extractora.
2. A lo largo de la vaina, lesiones provocadas por los labios del cargador.
1. En su culote, lesiones causadas por el plano de cierre de la corredera, por el botador y por la uña extractora.
2. A lo largo de la vaina, lesiones provocadas por los labios del cargador.
Estas
lesiones no son preocupantes, pero imaginemos este ciclo repetido
cientos de veces, especialmente en la zona donde se fija la uña
extractora.
¿Podría llegar a romperse el
culote en dicho punto cuando llegue la hora de la verdad,
provocándonos una fatal interrupción en mitad de un tiroteo?
¿Podría llegar a detonar el
cartucho sin que se haya producido la percusión de la aguja sobre el
pistón, por simple efecto del plano de cierre?
¿Podrían ser las lesiones de las
paredes de la vaina tan graves que lo debilitaran hasta el punto de
romperse durante el disparo?
Pues NO. Los cartuchos que
se fabrican hoy día tienen una gran resistencia, y son
capaces de resistir un maltrato considerable, aunque no estaría
de más echar un vistazo al cartucho para observar las lesiones
producidas, lesiones que obviamente son acumulativas.
Otra consecuencia tercera consecuencia, la más grave, la tenemos en el
acortamiento o elongación del cartucho, y aquí si que
podemos encontrar mucha diferencia en función del fabricante (y de
la calidad) de la munición.
Como vimos antes, durante el ciclo
de alimentación el cartucho:
- Sufre un choque contra la rampa de alimentación; siendo concretos el proyectil choca contra ella mientras la vaina es empujada por el bloque de cierre, produciéndose una fuerza de compresión sobre el cartucho.
- Sufre una deceleración brusca al acerrojarse la pistola, en la que el proyectil intentará seguir adelante mientras que es frenado por la vaina, lo que viene a ser, en menor escala, lo mismo que ocurre en un martillo de inercia.
O sea, durante una sola
secuencia, el cartucho sufre un ciclo de, llamémosle así,
compresión-elongación que, inicialmente y considerando que
el engarce vaina-proyectil en un cartucho de 9 mm parabellum debería
ser capaz de soportar (siempre dependiendo de especificaciones y
fabricantes) 60 kg de tracción, nos encontramos ante un evento
insignificante, pero, ¿qué ocurre cuando este
ciclo se repite una y otra vez, como pasa a los compañeros de
los que hablábamos al principio?.
Este tira y afloja que
sufre el cartucho y más concretamente el engarce vaina-proyectil
como punto de unión, provocará con el tiempo un acortamiento o
una elongación de la longitud del cartucho y esto sí debe
preocuparnos ya que el acortamiento puede producir sobrepresiones a
la hora del disparo y el alargamiento puede producir presiones por
debajo de las necesarias para el correcto mecanizado del ciclo de
disparo, provocando una interrupción indeseada (la corredera
puede no retroceder lo suficiente como para alimentar el siguiente
cartucho) que, de ocurrir en un mal momento, nos cueste la vida.
a) Puede que, al extraer “el
cartucho”, en realidad sólo la vaina, no nos percatemos de que el
proyectil sigue en el cañón (cosa complicada si hacemos una
extracción suave y no tan difícil acostumbramos a dar tirones
bruscos y recoger el cartucho allá donde caiga), con lo que la
siguiente vez que alimentemos nos podemos encontrar con una
peligrosa configuración en tándem de dos proyectiles, que
puede dar lugar a una sobrepresión que, aunque una pistola
moderna debe poder soportar (hay una prueba similar que se suele
realizar en las evaluaciones de armamento), otras más antiguas no,
provocando el figurado y estallido del cañón.
b) Puede ocurrir que la
separación y avance del proyectil permita que la pólvora salga del
cartucho y, llegando en extremo a ocupar una
parte del espacio existente entre la pared exterior del cartucho y la
de la recámara, hará que tengamos que hacer un esfuerzo
considerable para extraer dicho cartucho.
Como recomendación, aparte de
la evidente necesidad de inspeccionar ocularmente nuestros cartuchos,
ir rotando el cartucho que se introducirá en recámara y del uso
de munición de calidad, sería imperativo que los servicios de
armamento fueran cambiando, con la debida periodicidad, la munición
de servicio.
A.S., Oficial del Cuerpo Nacional de
Policía
Perito en balística operativa
Conocia tales circunstancias por explicaciones recibidas de forma verbal en algun curso de tiro reactivo. Pero el gran trabajo realizado por vosotros de mano de A.S es digno de quitarse el sombrero. Esta perfectamente explicado con todo tipo de detalle y estoy seguro que gracias al mismo seran miles los que puedan aprender algo que seguramente desconocian.
ResponderEliminarLa necesidad de hacer rotacion en la municion, y lo mejor bajo mi punto de vista, practicar y siempre utilizar la municion que hay dentro de los cargadores para ir removando la misma.
Gracias por el trabajo a PtPol y a A.S
FIRMADO
A.y
Muy buena explicación de un problema que lamentablemente es más común de lo que nos creemos. Yo lo he sufrido un fallo de alimentación debido a la elongación de uno de los cartuchos y todavía me imagino la cara de tonto que se me quedó al intentar solucionar la interrupción y ver cómo caían sueltos varios cartuchos al suelo cuando extraje el cargador. Desde entonces introduzco manualmente mi cartucho de recámara y en lugar de dejar volver a la carredera, la acompaño para evitar el "martillazo". Guardar ese cartucho junto con uno virgen también ayuda para detectar el deterioro... pero lo mejor desde luego, sería tirar con la suficiente asiduidad como para renovar muchas veces los cartuchos al cabo del año.
ResponderEliminarLo dicho... buen trabajo!
Interesantísimo artículo compañeros; mi más sincera enhorabuena y gratitud para con el autor.
ResponderEliminarLa lectura (repetida) del mismo me ha aportado una serie de conocimientos, tanto técnicos como genéricos/rutinarios, que a día de hoy desconocía.
En una pormenorizada lectura de apenas 15 minutos y sentado en mi sofá he aprendido más que en una semana de academia de preparación para policía. Ahí queda eso. Algunas Jefaturas deberían sonrojarse.
La forma tan simple y clara de expresar un tema tan técnico y el acompañamiento de material gráfico concreto que evidencia simultáneamente lo que uno lee no puede ser, a mi juicio, mejor. Os habéis superado, de veras.
Ahora viene la segunda parte: expuesto el problema potencial toca impedir que llegue a acto. Cada profesional de la seguridad que emplee un arma de fuego debe mantener su dotación en perfectas condiciones y cada profesional encargado de la entrega y supervisión de ese material de dotación (llámese armamento y/o similar) debe asegurarse de que la dotación de sus policías está siempre en perfectas condiciones, sustituyendo en su caso, de modo inmediato y sin dilación ni excusa (normalmente absurda) alguna la misma.
Esto es serio. Hablamos de poder defenderse o de no poder; de provocar el fatídico "click" o el ansiado "pum"... de VIVIR O MORIR.
Asusta pensar que un artefacto (cartucho) de apenas unos céntimos de euro pueda dirimir una u otra cosa... y leído el artículo, a la vista y documentado está que puede.
GRACIAS por compartir este tipo de conocimiento. DE VERDAD.